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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Mirada del Enamorado



Es aquella que comparten quienes están enamorados, por redundante que parezca.  También puede tenerla quien no sea correspondido. Pueden ser varias miradas: tierna, pasional, emocionada, tranquila, complacida, asustada… Los mil y un matices del amor.  Se puede, incluso, amar sin ser amado, recibir esa mirada sin tenerla que dar de vuelta… pero también se puede compartir. Esa mirada esconde, cuando se comparte, la complicidad de  dos personas que pueden sentirse anónimas o creerse no observadas –tal vez no les importa siquiera si las observan o no- porque es una mirada con poca profundidad de campo. Una mirada que solo captura lo que quiere ver, a quien quiere ver, porque lo demás sobra. No importa quiénes observan, tampoco hay cabida para sentirse ridículo o fuera de lugar. El amor es así: vuelve estúpida a la gente. Pero a quien está enamorado eso no le importa  y nunca le ha de importar porque quien está enamorado experimenta una suerte de ensoñación, una sensación difícil de describir pero que básicamente pone todo en un segundo plano. Mientras sus ojos estén fijos en el otro, nada importa. Es la mirada del que está totalmente perdido y absorto en ese sueño idílico en el que solo existen dos. El resto sobra.
Se dice que los ojos son el espejo del alma, entonces son las almas las que se están mirando realmente. Entrelazándose a través de la mirada ellas se unen para formar uno solo. Se podría decir que dos cuerpos son mucho para dos almas que son una sola. Hay quienes se burlan de dos personas que se quedan absortas mirándose por horas porque “no hablan” pero ¿quién dice que no se están comunicando? Sin duda han compartido más que quienes hablan durante horas, pero ellos, los que callan y miran, no necesitan las palabras para comprenderse.
Ellos pueden compartir algo más íntimo, hacerse más cómplices de todo y de nada. Pueden reírse de lo mismo sin saberlo y mirarse para atraparse haciendo lo mismo que el otro: una sincronía involuntaria. Comparten una sonrisa pícara, sabiendo de qué se ríen sin siquiera comentarlo. Pueden decirle al otro cuan felices están sin articular palabra, y pueden simplemente callar y seguirse mirando, con una sonrisa espontánea e involuntaria. Y nada más importará.

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