Ella tiene unos ojos hermosos, entre verde y tierra.
Hermosos ojos que ahora sollozan sin parar.
Y yo le digo que no llore, que sonría… Me engaño a mí misma siquiera de pedirlo en mi mente.
Pero no me rindo: no quiero que llore más.
No vale la pena. No es justo. Pero es humana. Es mujer. Es sensible.
Llora por ella, por su pena, su dolor, su hombre.
Y yo la observo, no puedo hacer mucho más.
Me duele, en cierta forma, verla sufrir y no poder, aunque quisiera, mitigar su dolor y su llanto.
Queda recordarle lo bonita que se ve cuando sonríe.
Tal vez así quiera sonreír otra vez, porque por ahora, no le quedan ganas.