Llorar delante de alguien o en un lugar donde no puedes ni quieres.
Esto no es ajeno a la vida real, de hecho, lo es. Y esto le pasa a miles de mujeres a diario, y no está mal llorar. Pero que te vean hacerlo es otro cuento.
Yo no podía frenar las lágrimas… Y no pude evitar tampoco enrojecer como de costumbre.
No quería llegar allá en tan patético estado… No quería ni de lejos, que alguien me viera así. Pero tampoco quería devolverme y no llegar allá.
Entonces esperé a calmarme rápido y cuando las lágrimas cesaron de brotar, calmé la agitación de mi pecho respirando profundamente y saqué fuerzas para calmarme de no sé dónde.
Me arreglé la falda, me peiné, me limpié los ojos y los maquillé de nuevo (menos mal había usado maquillaje a prueba de agua) y me apliqué polvo compacto para ocultar esos pequeños rastros enrojecidos de lo que fue una llorada tremenda.
Y ahora estaba lista para enfrentar al mundo de nuevo. Y lo mejor es que ese mundo no se dio ni por enterado jamás de que una mujer más lloró hoy.