Hacía
cosa de dos meses más o menos que había abandonado mi lado sensible y, por
ende, las letras con las que arrancaba la frustración y la tristeza.
Había
dejado de exorcizar los muchos demonios que me consumen diariamente, para lentamente
dejarme consumir.
Moría
lentamente a cada rato, en cada instante que posponía mi curación. Sí, escribir
me cura de la locura, la depresión, el mal de amores y la soledad misma de
sentirse acorralado por tus miedos y tristezas.
La
soledad se volvía tortura.
El
corazón, pesado como una losa de hierro, me asfixiaba en las noches y me
impedía el sueño.
Ahora,
afronto todo lo que meses atrás rehuí.
Ahora,
cada palabra fluye arrastrando todo a su paso.
El
proceso ha comenzado… Y no pararé de escribir hasta que vuelva a adquirir el
título de “persona mentalmente equilibrada”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario